15 de diciembre de 2010

Primeras aproximaciones a la muerte


ste niño... ¿qué tendrá? Tendrá tres, cuatro, a lo sumo cinco años. Está en el departamento (dicho sea de paso: maldito departamento de la calle Billinghurst. Con tu nombre tan rebuscado, esa hache desubicada, esa elle no pronunciada. Qué manera de joderme. Cómo te metés una y otra vez en mis sueños. No pasan semanas sin que sueñe con vos. Mejor dicho, me sueño en vos. Algún día voy a describirte, y de esa forma intentar exorcizarte, mierda de hermoso departamento). Decía, el niño tiene unos cuatro años y está jugando solo a lo que sea que juegan los niños solos a esa edad. Está en el departamento con su madre. El silencio casi absoluto que envuelve al comedor le permite concentrarse a fondo en sus quehaceres lúdicos. Pero, ¿está la madre? El niño deja por un momento de jugar y trata de recordar. ¿Habrá salido la madre a comprar cigarrillos, más específicamente Particulares 30, como todos los días? Es muy probable, ya que no se escuchan los ruidos habituales de su madre haciendo lo que hagan las madres jóvenes de niños de cuatro años. Sin embargo, el niño no recuerda ningún saludo, nada de ya vuelvo, voy al kiosco, ¿querés algo? El niño se encoge de hombros, sigue jugando y se olvida del asunto.

25 de octubre de 2010

Tristeza Cuatro


oltó por un momento el changuito de las compras, sacudió sus pies sobre la alfombrita ubicada en la puerta para sacarse la arena de la suela de sus zapatillas y entró a la cabaña. Ordenó, fiel a su costumbre, todos los comestibles en su sitio. Los fideos y el arroz, en la alacena sobre la bacha. La leche, la cerveza y la manteca, en la heladera.
    De afuera llegaban amortiguados los ladridos de dos perros, o a lo sumo tres. “Tesa”, como la llamaba su dueño, se puso a calentar el guiso que había sobrado de la noche anterior. Luego, al dirigirse a ordenar el dormitorio ubicado en el piso superior, se paró frente al espejo redondo debajo de la escalera. Como todos los días desde hacía varias semanas se puso a practicar las dos nuevas sonrisas que le había enseñado Patroncito. No le convencía el momento de la mueca en que los labios se despegaban y asomaban los dientes; le parecía muy artificial. El vidrio astillado del espejo (producto de una rabieta de Patroncito) le dificultaba la visión, pero era el único espejo que quedaba en la cabaña.

15 de septiembre de 2010

Soñador busca mujer


iecisiete minutos, la misma cantidad de tiempo que le quedaba de vida, le costó al hombre del sobretodo beige identificar a su cita. Todo un récord. Nunca le había llevado más de diez.
    Tanta demora lo perturbaba, pero se consolaba pensando que las cuatro  esquinas estaban muy llenas de gente. Para peor, luego de un minucioso exámen, llegó a contar seis mujeres con tapado rojo.
    ¿Cuál de ellas era su geminiana cultora de la ironía y el buen humor? Su ignorancia acerca del mundo textil le impidió sacar el máximo de partido a su segunda seña: la pollera de gabardina. ¿Cómo será esa tela?, se preguntaba mientras alternaba su vigilancia entre las cuatro mujeres con tapado rojo y pollera, desechando a las de pantalón.

14 de abril de 2010

Nacida


o vio y, como nunca, Liliana tuvo miedo. Había ensayado el número decenas de veces, pero en ese momento sintió que jamás se había subido arriba de la cuerda. Lo había visto, escondido entre el público. ¿Lo había visto? No tenía tiempo para dudar. Toda su voluntad estaba puesta en permanecer en equilibrio. Notaba el miedo reptándole desde el vientre hacia su garganta. Si realmente era él, caer era sinónimo de morir. O por lo menos de dejar de vivir “su” vida, la única que conocía. Lo otro era lo negro, lo sin color, lo insondable. Lo otro era Cuba, como le dijo una vez Martín. O Nicaragua. ¿Le había dicho Nicaragua, Martín? No podía recordarlo. Sin embargo era una palabra que le encantaba: Nicaragua. Cuando ella se angustiaba, pensaba “Nicaragua”, y sentía una paz indescriptible; la palabra resbalaba lentamente sobre su cuerpo, purificándolo. Claro que esto nunca se lo contó a Martín, porque tenía miedo de que él dijera que Nicaragua fuera lo mismo que Cuba. Pero ella pensaba que no, que Nicaragua, tan lindo, tan dulce, nunca podría ser como Cuba, fuera lo que fuese ese lugar terrible.

25 de marzo de 2010

Rojo y gris


legué a Perico un 20 de marzo. Ni bien bajé del sulky (en aquella época aún no había llegado el tren al pueblo) me sorprendió la nueva fachada del edificio central. Era desproporcionadamente grande para las treinta o cuarenta casuchas del lugar, y se olía en las caras satisfechas que esta enorme construcción era el orgullo del poblado. Adentro funcionaban, casi sin solución de continuidad, el almacén de ramos generales, la ferretería y el nuevo hotel del pueblo, el “Gran Hotel”.
    Mientras el botones me ayudaba con las maletas, traté de romper la distancia que suponía mi título de abogado haciendo alguna averiguación sobre el famoso descuartizador, “el carnicero de Perico”, como llamaba la prensa amarilla al sangriento asesino de los cinco peones rurales.

15 de marzo de 2010

Jorjazo


ale, Juan, salí de ahí. En serio, hoy no estoy de humor. Como para bancarme esto, estoy. ¿Cómo? Y dale con esa ridiculez. ¿Quién? ¿Quién te va a tirar con un alfajor? Ah, no sabés... Qué bien. ¿Y ahora? ¿Qué hago yo ahora? ¿Me siento a esperar a que te dignes a salir de esa ridícula caja? ¿Hasta cuándo?
    »Yo no sé si sos o te hacés. No, vos te hacés. Yo esa no me la trago. Está bien que a vos te faltan un par de jugadores, pero loquito no sos. Te faltan huevos, a vos, para ser loquito. O quizá sos el primer loco cagón de la historia. Ponerte en esa caja, mirá si serás cagón.
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