18 de junio de 2011

Sueño colectivo


l niño mira las calles que va recorriendo el colectivo. Nada le llama mucho la atención, aunque tampoco podríamos decir que esté aburrido. Solo mira. A su lado, pegada a la ventanilla, está su madre. El niño piensa que mejor sería que él vaya del lado de la ventanilla, así aumentaría su visión panorámica del mundo ahí afuera. Sin embargo, no se queja. Nota que su madre está absorta en sus pensamientos, y prefiere no molestarla.
   Es un día de otoño de 1977, y el Buenos Aires que rodea al colectivo está teñido de un gris ceniza que va opacando y absorbiendo los colores como una mezcladora de cemento engulle las piedritas de ladrillo que por error fueron a parar a sus fauces.

3 de mayo de 2011

O Ene Ge


 Lucas le costó mucho atender el portero eléctrico. Tenía una resaca terrible. No recordaba a qué hora se había acostado, y además se había dormido con la ropa puesta.
    -Hola.
    -...
    -Hola, ¿quién es?
    -...
    -¡Andá a cagar, boludo! ¡Si te agarro te mato, puto!
    Colgó el portero. Si al menos no tuviera roto el visor electrónico podría haber visto quién era el gracioso, se lamentó. Puso la pava en el fuego. Dudaba entre hacerse un mate o un café. La cabeza le dolía mucho y decidió darse una ducha. Apagó el fuego de la pava.
    Cuando entró al baño encontró el inodoro vomitado, y notó salpicaduras en el sector del piso que rodea al inodoro. No recordaba haber ido al baño la noche anterior. Tiró la cadena un par de veces y arrojó desodorante de ambiente, hasta que el olor a podredumbre ácida fue reemplazado por el olor no menos insoportable del desodorante. Lucas agarró el tubo y leyó la fragancia. “Bebé”. “Parece el olor de un bebé recién cagado”, pensó. Volvió a la cocina a buscar un trapo de piso. Lo encontró. Prendió el fuego de la pava.
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